Cómo construir hogares más pacíficos
(Dinorah Coronado)
Leoncio tiene diez años, cursa el quinto grado en una escuela pública. Hace varios días que se despierta como asustado, con pesadillas y corre a la cama de sus padres por el temor. “No sé por qué me puse a ver la noticia del estudiante universitario que buscaba a su novia y mató a tantos compañeros, mamá”. “¿En qué momento viste el noticiario?” “Mientras tú dormías, mamá. Lo que pasa que en mi escuela todos hablan de esa noticia y yo quería saber qué pasaba. Perdóname”. “Gracias, hijo, por tu honestidad”. “Mamá, ¿por qué le quitó la vida a tanta gente?” “Vamos a hablar de eso en un momento, mi amor”.
Por suerte, Leoncio cuenta con unos padres que lo escuchan y lo comprenden, que en vez de decirle “Cállate con eso u olvídate de eso”, le explican de manera sencilla a sus preguntas. De padres que promueven el juego sano y que se felicitan por no haberle comprado videojuegos violentos a su hijo, sólo porque están de moda o por ignorancia. Los padres de Leoncio disponen de juegos de mesa (rompecabezas de paisajes, países; damas, parché chino y variados juegos educativos de bloques y títeres que consiguen visitando tiendas especializadas, entre otros.) Hay un sabio que dice “En un rato de juego se conoce a la persona mejor que en una larga conversación”.
Andrea y Camilo, los padres de Leoncio, prefieren leer el periódico y ver algunas secciones de noticias de canales que no presentan tantas tragedias juntas, o las ven cuando su hijo duerme. Luego le comentan al niño o le dan a leer algunos recortes de periódicos, así evitan inundar el ambiente familiar de tanta negatividad. Tampoco ven programas tras programas y de poco contenido formativo o denigrantes, con exceso de sexualidad, humillantes, o de excesiva agresividad y mucho menos en presencia de su hijo.
Camilo no tiene un bar en su casa donde exhiba botellas de alcohol, ocasionalmente comparte un trago con amigos o con Andrea, en un ambiente de adultos y sin excesos. Guarda el vino en la despensa. De esa manera previene inyectar el hábito de la bebida en su hijo desde pequeño.
Todos los días toman turno para leer en voz alta con Leoncio, por eso es uno de los estudiantes más sobresalientes en lectura. En las vacaciones y fines de semana van juntos a la biblioteca. Leoncio prefiere cuentos de tortugas y caballos. Andrea escoge novelas literarias y a Camilo le fascinan los ensayos históricos, aunque alternan con libros que fortalezcan sus relaciones familiares, como pareja, padres, amigos y en el trabajo.
También graban videos familiares con los abuelos y otros parientes, cuando van de viaje o en celebraciones especiales (cumpleaños, graduaciones, bodas, navidad, San Valentín, Día del padre, de la madre, etc.) Las fotos y los videos suelen divertirlos bastante.
Andrea, Camilo y Leoncio no temen decirse te quiero, darse un abrazo de amanecer o al acostarse. Se toman de las manos y se demuestran cariño sin temor y de manera apropiada a cada edad.
Juntos practican caminatas, vuelan cometas o volantines que ellos mismos fabrican, aplauden a Leoncio cuando compite en el juego de tenis o de ciclismo. Saben que es un poco flojo en matemáticas y ciencias, pero la madre le llena los vacíos si Camilo llega tarde del trabajo.
Andrea y Camilo no saben dibujar bien, a veces se ríen de lo que ven, pero al igual que Leoncio, tienen su libreta de pintura, con ilustraciones de parques, playas, paisajes primaverales, veraniegos, otoñales e invernales, cielos estrellados o nublados.
En sus planes no cuentan las compras costosas, innecesarias, las joyas caras ni la competencia social. Ellos ahorran para sus viajes, downpayment o inicial de su casa y regalan muy poco. Sus obsequios consisten en tarjetas de felicitaciones, una planta cultivada por ellos, o cualquier bocadillo que preparan en familia, así tienen tareas comunes que compartir y no se sienten aburridos, aunque esa palabra no es parte de su vocabulario.
Andrea y Camilo han aprendido a no discutir acaloradamente delante de su hijo, tratan de ser pacientes, tolerantes y respetuosos. Cumplen los acuerdos y no crean situaciones controversiales que afecten la estabilidad de la familia. Si castigan a Leoncio, no lo hacen bajo rabia ni pensando que pueden descargar su ira en el niño. Evitan los golpes y amenazas y cumplen lo prometido. También han enseñado a Leoncio a canalizar su rabia con ejercicios de respiración, contando hasta el 20, rompiendo periódicos viejos o servilletas, jugando bloques o aislándose un rato. Después, cuando lo desea, explica lo que le pasaba.
Andrea y Camilo han tenido dificultades, controversias, conflictos, pero su cariño y sentido de responsabilidad familiar, junto a la asesoría de consejeros escolares y grupos de apoyo familiares, han superado muchas de sus diferencias. Ellos han logrado alcanzar un peldaño muy alto en su vida de pareja y de padres. Sus amigos cuentan, pero no más que su familia, son más bien un complemento.
Andrea y Camilo, son personas que viven de un salario, trabajan de sol a sol, tienen gastos y dificultades, pero son entusiastas, optimistas, muestran una actitud positiva ante la vida y han logrado un nivel de autoestima elevado.
Ah, enmiendan sus errores constantemente y evalúan sus progresos y dificultades con apertura y comunicación. En estos momentos el televisor y la computadora de Leoncio están en la sala, a la vista de todos. Los programas y horas dedicadas a la TV se han restringido y analizado, y las conversaciones en familia se han reforzado, pues Leoncio crece y tiene muchas preguntas y comentarios. “Hay que escucharlo”, dice Andrea.
Es una radiografía en pequeño de padres que lidian con éxito en la vida diaria y contribuyen a la formación de hijos más sensibles y saludables, mental y físicamente. Camilo entiende que cuando las cosas en familia se complican, hay que acudir al Todopoderoso para que intervenga a favor de la familia.
Es que los padres deben dar los primeros pasos, ser modelos en el apego al arte, a la música no solo popular, al teatro, la poesía, a la lectura sana. Los padres deben evitar los vicios de fumar, de tomar en exceso, de consumir en la calle comidas chatarras, bebidas dañinas; ver menos TV, crear un clima de armonía, sentido del humor, para fomentar la creatividad y la comunicación en sus hogares.
Ah, si tiene otras ideas para completar el hogar de esta pareja, favor de aportarla. Sus opiniones valen. Rositaw@aol.com
Psicóloga, consejera escolar y escritora. Autora de la novela “A la sombra del flamboyán”, “Rebeca al bate” y “Juanito y su robot”.

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